domingo, 18 de diciembre de 2011

Carta a un amor sin tinta.

Que triste me resulta recordar que a veces existes y al mismo tiempo dejas de hacerlo. Que triste me resulta saber que todo fue una mentira de la que ni tu misma sabias la verdad. Que triste el mundo que me rodea, que triste la amistad, que triste la familia, que triste la vida, que triste la muerte, que triste el amor, que triste tu. Como un sueño apareciste dichosa en mi mente, ya de forma involuntaria todavía recuerdo esas miradas, esos pensamientos. No eres nadie y al mismo tiempo lo eres todo y te odio, te odio con toda mi alma, te odio por haberme dejado caer al vació, te odio por no haberme cogido la mano, te odio por haberte tirado tu antes de que yo lo hiciera. Me dejaste con un pequeño trocito de tierra del que ya no recuerdo cuanto tiempo estuve ahí resistiendo. Me duele, tu me dueles, ya ni si quiera existes, ya se que me retuerza por dentro recordándote. Aun recuerdo el primer día, recuerdo perfectamente lo bien que me sentía, aun puedo oler tu cabello, tu dulce, tu dulce pelo ese que tanto me gustaba tocar solo rozándolo, camuflándome y haciéndote pensar que no lo hacía a propósito. Cada roce de mi piel contra ti era una sinfonía de felicidad un, estallido de colores que quería contarte, un magnífico sentido que se magnificaba en milésimas. Te ame sin conocerte y sinceramente me daba igual, era la persona mas feliz del mundo a tu lado, quería bailar y fusionarme contigo en un solo ser, quería hacer mil, mil millones de cosas contigo. Te quería, y ahora que me queda entre las manos, un amargo sentimiento de nostalgia, un dulce odio que recorre mis pulmones y un salado recuerdo de ti. Dime, de que sirvieron lo bonitos recuerdos contigo, si ya no los recuerdo. Dime, de que sirvieron si no son mas que puñales embadurnados de miel. Enterrado estoy, a siete metros bajo tierra, trecientos bajo agua, e infinitos bajo tus pies, que no encuentran otro mejor entretenimiento que bailar sobre mi tumba, aun con el corazón robado y hecho añicos te divierte destrozar todavía mas los pequeños fragmentos que tienes sobre la mesa y jugar con ellos como si fueran pequeños cristales rotos. Te odio, te odio y ten por seguro que nadie jamas te odiara como yo lo hago, porque no hay verdad mas cierta de que te amo.

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